SANIDAD PÚBLICA: CUANDO SEA DEMASIADO TARDE…

 

ACEITUNAS

Catalina García, Consejera de Salud y Consumo 

En Andalucía hemos empezado a verle las orejas al lobo. En Madrid ya están viendo al lobo en todo su esplendor. Ésta es una descripción gráfica de la evolución que sufre la sanidad pública en las comunidades autónomas que caen en las garras –nunca mejor dicho—de la derecha española representada por el PP. Desde que Moreno Bonilla llegó a la Presidencia de Andalucía en 2019, la sanidad pública ha comenzado a mostrar síntomas preocupantes sobre su propio estado de salud. De una sanidad pública que tal vez fuera mejorable o que tuviera algunas insuficiencias en 2018, hemos pasado a una sanidad pública en caída libre, con un deterioro que empieza a ser alarmante y con un claro beneficiario que antes no era protagonista: la sanidad privada.

El PP ha comenzado a andar en Andalucía por la misma senda por la que empezaron a caminar en Madrid hace ya algunos años: la voladura controlada de la sanidad pública. Empezaron anunciando que no iban a construir más hospitales comarcales. E incluso cerrando algunos hospitales y dejando sin abrir otros. Continuaron con el desmantelamiento de especialidades en otros hospitales, con grave déficit de profesionales en numerosas áreas que no se han encargado de ir cubriendo. Siguieron condenando a los usuarios de centros de salud a ver a su médico con citas a 14 días vista; y eso donde hay médico o pediatra para atender, porque hay zonas del medio rural que ya se están quedando bajo mínimos. Y han terminado recogiendo los frutos envenenados de esa estrategia: las listas de espera para operarse y ver al especialista se han disparado, son insoportables y estamos llegando a una situación crítica donde la derecha dice que sólo hay un remedio. ¿Adivinan? La sanidad privada.

Y a este punto estamos llegando. Al punto en que Moreno Bonilla está aumentando exponencialmente el presupuesto para las derivaciones de pacientes a las clínicas privadas, tanto para pruebas diagnósticas como para operarse. Y al punto en que la propia ciudadanía, harta de no acceder a una atención sanitaria adecuada, decide largarse a la consulta privada para atajar su dolencia o incluso contratar un seguro privado. Y aquí llega la doble pregunta. ¿Por qué la gente tiene que pagar ahora por cuidar de su salud, cuando hasta ahora había una sanidad pública que funcionaba razonablemente bien? ¿Qué pasa con la gente que no tiene recursos para ir continuamente al médico de pago?

Ésas son las dos reflexiones que la ciudadanía debería empezar a hacer con cierta urgencia, porque todavía estamos a tiempo de reaccionar, de trasladarle al señor Moreno Bonilla la indignación que sufrimos cada vez que recibimos una cita imposible del Hospital o cada vez que a un familiar le operan con demasiado tiempo de retraso. Estamos a tiempo de decirle al Gobierno de la Junta de Andalucía que no estamos de acuerdo con lo que están haciendo con nuestra sanidad y que les exigimos que den marcha atrás en esa operación de convertir la salud pública en un negocio. Debemos tener muy claro que si la Junta culmina esta estrategia, habrá dado el primer paso decisivo hacia modelo social de desigualdad. Quien tenga dinero, podrá curarse y cuidarse. Quien no tenga dinero, tendrá que encomendarse a los santos porque contará con una sanidad pública de mínimos.

En Madrid ya han visto al lobo. En Andalucía estamos avisando. Cuanto antes se produzca una reacción de la ciudadanía para frenar este desmantelamiento, más posibilidades tendremos de paralizarlo. Nada podremos hacer cuando sea demasiado tarde, cuando nos lamentemos de la tibieza pasada y nos quedemos sumidos en la melancolía de todo lo que perdimos y echamos de menos por no haberlo peleado.

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