HAY QUE FRENAR AL ENEMIGO DE EUROPA
El domingo 9 de julio los ciudadanos tenemos una cita trascendental con las urnas, posiblemente con unas de las elecciones más importantes de los últimos 40 años y todo ello sin que buena parte de la sociedad parezca ser consciente de lo que nos jugamos. Estas afirmaciones no son baladís. El recuento de las urnas va a dibujar unas mayorías en el Parlamento Europea y en la Comisión Europea durante 5 años, todo un lustro donde habrá que ponerse al timón del trasatlántico europeo y afrontar los desafíos de presente y futuro que tenemos encima de la mesa. Probablemente nunca antes habíamos tenido tan cerca la posibilidad de que la ultraderecha, apoyada en la derecha timorata (de la que el PP es máximo exponente), acariciara los espacios de poder y representación en las instituciones comunitarias. Una mayoría de este bloque sería sin lugar a dudas catastrófica para el modelo europeísta que hemos conocido en España durante 40 años y que ha sido uno de los principales impulsores de nuestra modernización, avance y progreso.
Europa se enfrenta a su enemigo. Desde dentro. Igual que un caballo de Troya, la ultraderecha participa en estas elecciones: la ultraderecha que no cree en la Unión Europea, que juega al cierre de fronteras y que añora las autarquías donde los países se miran el ombligo mientras crece el recelo y la desconfianza entre países hermanos. La ultraderecha, que representa los valores contrarios a los que ha abanderado Europa, se presenta a las elecciones para intentar tener el peso suficiente que le permita dinamitar esa construcción europea de la que tan orgullosos nos sentimos. Es el enemigo de Europa infiltrado en sus propias instituciones.
Lo decía hace unos días el ministro Félix Bolaños: ¿se imaginan a unos comisarios de la UE que sean euroescépticos o directamente contrarios a Europa? ¿A unos comisarios que sean machistas, homófobos, xenófobos, que nieguen la violencia de género o que sean antivacunas? Éstas son preguntas clave, porque el domingo nos jugamos saber a quién le dejamos el mando de la nave, a quién le damos el poder articular políticas y tomar decisiones que nos van a afectar en el día a día. ¿De verdad vamos a dejar que la ultraderecha entre a saco en las instituciones europeas para destrozar lo que tantas y tantas décadas ha costado levantar?
Europa ha sido concordia, unidad, progreso, convivencia, tolerancia, paz y respeto. Europa ha sido diálogo y hermanamiento. Europa ha sido crecimiento económico, prosperidad, empleo, fortaleza empresarial, infraestructuras, protección de nuestro sector agroalimentario y garante de derechos y libertades. Europa ha sido seguridad, pero también apertura al mundo, generosidad y altura de miras. Europa ha sido competitividad, pero también sensibilidad para el desarrollo sostenible, la lucha contra el cambio climático, el Pacto Verde y la transición energética.
Europa ha sido probablemente la mejor noticia para España en los últimos 40 años. Tenemos la obligación y la responsabilidad moral de defenderla. La única manera de hacerlo es acudir a votar el próximo domingo y hacerlo con la papeleta del partido que mejor ha entendido la construcción europea en nuestro país: el PSOE. Sólo el modelo socialdemócrata garantiza hoy por hoy que Europa siga siendo un sueño vivo y que no se convierta en la pesadilla en la que algunos nos quieren meter.
El domingo 9 de julio los ciudadanos tenemos una cita trascendental con las urnas, posiblemente con unas de las elecciones más importantes de los últimos 40 años y todo ello sin que buena parte de la sociedad parezca ser consciente de lo que nos jugamos. Estas afirmaciones no son baladís. El recuento de las urnas va a dibujar unas mayorías en el Parlamento Europea y en la Comisión Europea durante 5 años, todo un lustro donde habrá que ponerse al timón del trasatlántico europeo y afrontar los desafíos de presente y futuro que tenemos encima de la mesa. Probablemente nunca antes habíamos tenido tan cerca la posibilidad de que la ultraderecha, apoyada en la derecha timorata (de la que el PP es máximo exponente), acariciara los espacios de poder y representación en las instituciones comunitarias. Una mayoría de este bloque sería sin lugar a dudas catastrófica para el modelo europeísta que hemos conocido en España durante 40 años y que ha sido uno de los principales impulsores de nuestra modernización, avance y progreso.
Europa se enfrenta a su enemigo. Desde dentro. Igual que un caballo de Troya, la ultraderecha participa en estas elecciones: la ultraderecha que no cree en la Unión Europea, que juega al cierre de fronteras y que añora las autarquías donde los países se miran el ombligo mientras crece el recelo y la desconfianza entre países hermanos. La ultraderecha, que representa los valores contrarios a los que ha abanderado Europa, se presenta a las elecciones para intentar tener el peso suficiente que le permita dinamitar esa construcción europea de la que tan orgullosos nos sentimos. Es el enemigo de Europa infiltrado en sus propias instituciones.
Lo decía hace unos días el ministro Félix Bolaños: ¿se imaginan a unos comisarios de la UE que sean euroescépticos o directamente contrarios a Europa? ¿A unos comisarios que sean machistas, homófobos, xenófobos, que nieguen la violencia de género o que sean antivacunas? Éstas son preguntas clave, porque el domingo nos jugamos saber a quién le dejamos el mando de la nave, a quién le damos el poder articular políticas y tomar decisiones que nos van a afectar en el día a día. ¿De verdad vamos a dejar que la ultraderecha entre a saco en las instituciones europeas para destrozar lo que tantas y tantas décadas ha costado levantar?
Europa ha sido concordia, unidad, progreso, convivencia, tolerancia, paz y respeto. Europa ha sido diálogo y hermanamiento. Europa ha sido crecimiento económico, prosperidad, empleo, fortaleza empresarial, infraestructuras, protección de nuestro sector agroalimentario y garante de derechos y libertades. Europa ha sido seguridad, pero también apertura al mundo, generosidad y altura de miras. Europa ha sido competitividad, pero también sensibilidad para el desarrollo sostenible, la lucha contra el cambio climático, el Pacto Verde y la transición energética.
Europa ha sido probablemente la mejor noticia para España en los últimos 40 años. Tenemos la obligación y la responsabilidad moral de defenderla. La única manera de hacerlo es acudir a votar el próximo domingo y hacerlo con la papeleta del partido que mejor ha entendido la construcción europea en nuestro país: el PSOE. Sólo el modelo socialdemócrata garantiza hoy por hoy que Europa siga siendo un sueño vivo y que no se convierta en la pesadilla en la que algunos nos quieren meter.