El 28 de Febrero hemos vuelto a conmemorar una fecha emblemática para Andalucía. Un 28 de febrero de 1980 las urnas comenzaban a construir la comunidad autónoma que hoy somos. El anhelo de autonomía reflejado en años anteriores de reivindicación y lucha obtenía su confirmación en un referéndum donde los andaluces y andaluzas daban un paso adelante, un paso decisivo para iniciar la época de mayor progreso y transformación de nuestra historia, ligada al desarrollo del Estatuto de Autonomía. La historia está escrita y no puede cambiarse por mucha propaganda que ahora intente maquillar las posiciones que cada fuerza política tuvo en su momento. No se puede ocultar que la derecha española y andaluza no quería esta autonomía, una derecha que promovió la abstención, que invitó a los andaluces a quedarse en su casa en el furgón de cola de las autonomías, y que incluso llegó a realizar declaraciones públicas bochornosas con las que intentaba desacreditar el proceso. Recordemos a Fraga diciendo que la autonomía andaluza “no es otra cosa que acercarse a la teta de los sueldos”.
Durante 37 años de gobiernos socialistas en Andalucía, el Estatuto de Autonomía, con reforma incluida en este mismo siglo, ha servido de marco para la etapa de mayor avance de nuestra historia. En 4 décadas se ha dado un salto exponencial y Andalucía ha crecido en todos los terrenos, partiendo como se partía de una situación muy complicada por el atraso estructural al que el anterior régimen nos había sometido. Andalucía ha tenido y sigue teniendo problemas, pero son problemas similares a las regiones y países de nuestro entorno. Con la autonomía, dejamos atrás la miseria, el analfabetismo, la pobreza extrema y otras rémoras históricas. También dejamos atrás el pesimismo ancestral: Andalucía ha ganado en confianza, potencia y determinación. Los andaluces sabemos de lo que somos capaces y por eso no sólo hemos superado barreras históricas, sino que incluso hemos asumido liderazgos que hace cuatro décadas nos parecían inalcanzables.
Por desgracia, los avances y las conquistas alcanzadas en este tiempo no son irreversibles. Se pueden perder, se pueden deteriorar, se pueden mermar. Lo estamos viendo desde el año 2019, en que Juan Manuel Moreno Bonilla y el PP llegaron al Gobierno de Andalucía. El Estado de Bienestar que habíamos levantado con mucho esfuerzo durante 37 años comienza a tambalearse, con el hundimiento imparable de la sanidad pública, los retrocesos en educación y el estancamiento en las políticas sociales y en la Ley de Dependencia. Hoy el Gobierno de la Junta de Andalucía ha dejado de ser un gobierno útil para la gente y un gobierno sensible con las necesidades de las familias. En estos 3 años, en los que hemos arrastrado una pandemia, una guerra y una crisis por la inflación, Juanma Moreno ha sido incapaz de presentar un plan de apoyo para la ciudadanía, los sectores más vulnerables y el tejido productivo y empresarial. Ha sido una Junta ausente, que no gasta la inversión que presupuesta, que desperdicia los fondos procedentes de Europa y que incumple sus promesas en la provincia de Jaén.
Menos de 60 millones de euros ha sido la inversión ejecutada por la Junta de Andalucía en la provincia de Jaén en los últimos dos años, una cifra ridícula que hace difícil que esta provincia pueda seguir creciendo. El Gobierno del cambio a peor, a pesar de tener la mayor cantidad de dinero de la historia, no ha construido ni un solo kilómetro de autovía en la provincia, no ha comenzado ninguna de las 3 áreas logísticas planteadas en Linares, Andújar y Bailén, no ha ampliado el suelo industrial en Martos, no ha conectado polígonos en Alcalá, no ha ejecutado los distribuidores pendientes en Jaén capital, ni ha puesto en marcha el Tranvía, ni hay Ciudad Sanitaria, ni Ciudad de la Justicia, ni planes de empleo ni de reindustrialización. El andalucismo no se demuestra con propaganda: se demuestra con hechos. Y hechos de Juanma Moreno hay bien pocos en la provincia de Jaén y en todo el territorio andaluz.